10 de junio de 2010

EL DÍA QUE ME CONOCÍ…

Desde muy pequeña he creído necesario analizarme a mí misma... al principio ni
siquiera yo sabía que al hacerlo estaba desarrollando lo que los expertos hoy definen como inteligencia emocional.
El caso es que desde siempre he sentido como una especie de necesidad, una obligación conmigo misma, de entender qué me pasaba, por qué, cómo, cuándo y todos los interrogativos que podáis imaginar, siendo parte de mi día a día el llevar a cabo este menester.

Recuerdo con nitidez, como con 11 o 12 años me pasaba las horas elaborando listas de "me gusta" y "no soporto" (de hecho aún guardo alguna de ellas), y era divertido para mi (aunque frustrante para mi madre) ver cómo la lista de los "me gusta" ocupaba apenas medio folio, y la de los "no soporto" alcanzaba fácilmente las 5 o 6 páginas por los dos lados.

Pero ese ejercicio involuntario y para nada consciente, fue determinante a la hora de llegar a conocerme a mí misma, no porque este pretendiese ser ningún tipo de terapia psicológica, sino más bien porque con el tiempo y gracias a él, aprendí a reconocerme, a saber ya no tanto lo que me gustaba en la vida, sino sobretodo lo que no me gustaba, o lo que repudiaba más bien...

Más adelante, pasada la famosa "edad del pavo", con unos cuantos años más de experiencia y algún que otro acontecimiento trágico en mi vida, volví a rescatar mis listas... y en esa ocasión miraba desde otra perspectiva muy diferente todas aquellas manifestaciones de antaño.

Me llamó bastante la atención advertir que el encabezado de las listas era, en sí mismo, una autentica declaración de intenciones: mientras que a lo positivo le precedía como título un simple "me gusta", lo negativo no era titulado "no me gusta" o “me desagrada” sino "¡no soporto!" (con exclamaciones incluidas...). Deduje entonces por la vehemencia de uno y lo aséptico y anodino del otro, que mi verdadero propósito al comenzar con aquel jueguecito de niña preadolescente, era quejarme, desquitarme, desahogarme…, y no tanto expresar mis gustos o preferencias.

Otro detalle revelador fue descubrir la intención y el carácter tan diferenciado de ambas listas, escritas el mismo día, o semana, o época. Ejemplos:

"Me gusta bailar" vs "¡No soporto que me mientan!" o
"Me gusta el helado de turrón" vs "¡No soporto la mirada despectiva del profe de ciencias!"

¿Encontráis la diferencia? Yo la vi cristalina… y esta, estribaba en que mientras que las cosas que me gustaban eran más palpables, más materiales, prácticas y yo diría que hasta simples, las que no soportaba eran más etéreas, más intangibles y sobretodo más impetuosas, más enardecidas...

Entonces desde esa óptica, un poco más madura (que no demasiado he de decir...) con mis 19 o 20 años, y recuperando mis escritos y diarios personales, comencé a dar forma a todo eso en lo que desde siempre, y sin yo saberlo, acostumbré a "gastar" mi tiempo: el autoanálisis.

Tuve claro que además de conocerme por lo que en ese momento yo averiguaba a diario a través de mis vivencias, mis preocupaciones, mis amistades, etc… también y de manera instintiva, había estado moldeando y guardando de manera refleja, en esos compartimentos estancos (a los que mi hermano llama jardín trastero de la memoria), todas y cada una de mis percepciones sobre lo que yo misma era: lo que me abrumaba, lo que me hacía feliz, lo que me desquiciaba, lo que me ablandaba, lo que temía, lo que deseaba… en definitiva todo lo que había hecho que fuese como era y como soy hoy, y que al darlo por sentado, no me había parado a rescatar del limbo amurallado que resulta ser nuestra mente.

Comprendí entonces que conociéndome primero a mi misma, podría aprender a conocer al resto de personas, tan diferentes a mí. Que si antes que nadie yo me descubría y aprendía a saberme, nadie me podría hacer daño, nadie nunca podría acusarme de nada que yo no supiera ya… Y también aprendí a quererme, pues el hecho de que mis virtudes no fueran extraordinarias no implicaba que no fueran mías, al igual que mis defectos, o más bien, mi catálogo de defectos por aquello de lo extenso y variopinto.

(Este tema, el de las carencias, los defectos propios y la autocrítica se me antoja sumamente fértil y como es demasiado intrincado y extenso como para desarrollarlo en un solo párrafo, prometo abordarlo en ocasiones posteriores de manera menos sucinta).

Lo que decía… que como esas virtudes y esos defectos tenían que confluir de alguna manera para lograr un equilibrio y no volverme lunática intentando exagerar unas mientras mitigaba los otros, decidí ordenar mis ideas haciendo lo único que realmente me tranquilizaba, autoanalizarme. Y además de la misma manera que 10 años atrás. Escribiendo…

Y escribiendo descubrí que lo que dejaba plasmado en papel, creaba de manera casi inmediata paz en mi mundo de caos. Que todo mi desorden existencial, dado por mi propio carácter, mi genética, mi entorno vital o vete tú a saber por "qué", tomaba forma al ponerle tinta y papel; que mis mayores miedos parecían meras anécdotas cuando me sinceraba con la pluma… Y desde entonces gracias a esta llamada "inteligencia emocional" desarrollada durante años, era más fácil para mí analizar mis problemas, canalizar mis energías, amortiguar los golpes o expresar las alegrías.

En definitiva, entendí que a pesar de que mi tendencia quizá siempre fue la de rebelarme (reivindicando quién sabrá el qué) desde muy pequeña, y que aunque siempre me sentí más que inclinada a cuestionarlo todo, reclamar, defender, debatir y protestar, es decir: lo que venía siendo mi prolífica lista de “no soporto’s”; asimismo, existía en mí y también desde pequeña, una reducida parcela de personalidad práctica, sencilla, realista y pragmática, que se conformaba (y se conforma hoy) con disfrutar del olor a hierba mojada, bailar su canción preferida, reír hasta tener agujetas en la tripa, o comer helados de turrón…o sea, lo que era mi exigua lista de “me gusta’s”.

Así pues, sólo me queda equilibrar el volumen de páginas que cada uno de mis “yo” ocupa en el libro de mi vida. Quizá con los años, logre contrarrestar aquella descompensación de "seis páginas contra media" y llene mi vida de tantas cosas que “me gustan” que de tanta felicidad emanada la gente que me rodee “no me soporte”.

Eyin

4 comentarios:

  1. A diferencia de ti yo no escribia listas,me refugiaba en mi y tiraba palante porque no veia otra solucion si queria mantenerme cuerdo,es lo que tiene la testosterona y el desarrolo intelectual conjunto.Aprendi a "disfrutar" de las cosas que me desagradaban pues sabia que eran un paso hasta el yo adulto que decide por si y es capaz de hablar sin miedo siendo dueño de su destino,ahora miro con gracia que ojala todas las penas fueran como las que tenia por aquel entonces.
    Una cosa por la otra,antes queria ser mayor por la independencia y la seguridad de sentirse adulto,ahora porque es cuando aprecio lo bonito de la candidez o travesura,que no maldad,de antes...que contradictorio el ser humano pardiez!
    Alo nguema

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  2. Tony, gracias!! no sabía que la gente podía publicar comentarios... acabo de ver que me estas siguiendo, jajajjaja, gracias tonto!!!! a mi tb me encanta leerte...
    Bss

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  3. una de las cosas que admiro de tu personalidad es la capacidad de psicoanalisis que tienes y la riqueza de tu perfil psicologico y la facilidad para conectar con las personas y resalto tus virtudes porque son mas importantes que tus pequeños defectos.
    de alguna manera me recuerdas a mi, por las mismas inquietudes, reflexiones, y la forma de psicoanalizarte cuando tenia 15 años.todo se hereda en los genes.

    QUIEN MAS TE AMA EN LA VIDA:TU MADRE

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  4. reitero lo que te ha dicho tu madre por este texto es impresionante la capacidad que tienes de psicoanalizarte,de hecho iba a preguntarte si no eras psicologa de profesion,llevo años admirando la psicologia y me ha encantado leer esas inquietudes que has tenido sobre ti misma y quizas por ello hayas tenido esa virtud de plasmar todo en un papel porque era la unica manera de conocerte a ti misma

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