¿Qué quiere este mundo de mí?... ¿Qué se espera de un alma atormentada como la mía cuando nada ve claro, cuando todo le es turbio y velado? Me hallo inmersa en un mar de dudas, de hieles y sinsabores… Nado y nado intentando encontrar la superficie, pero tan solo llego a vislumbrar el reflejo del sol a través de las aguas cristalinas, allí arriba… lejos, muy lejos… y siento que me ahogo, que las fuerzas no me alcanzan, que ese soplo de aire imperioso, indispensable, me queda lejano, me llama y no puedo atender a él…
Y cierro los ojos y me dejo caer… lento, lento… mis manos son como alas vaporosas, ingrávidas, etéreas… mi cuerpo es liviano y encuentro paz… más noche cada vez, más profundidad, más soledad, pero más sosiego… se adormecen mis sentidos y dejo que ese mar de dudas frío y venenoso, entre por mis fosas nasales, que atraviese mi garganta, la abrase… Y ese líquido glacial, arde dentro de mis pulmones destruyendo mi dolor, mi angustia, mi desaliento… pero a la vez sin yo intuirlo, también mi vida, mi existencia.
Oscuridad… silencio… un vago sonido retumba a lo lejos, cada vez más despacio, cada vez más intenso, me enojo irritada por esa contrariedad, esa interrupción en el limbo de mi más sereno sueño… y de repente una descarga de conciencia, un rayo de pundonor, atraviesa mi coraza de apatía, de gelidez y mis ojos se abren en la negrura y me siento morir, mis extremidades tan ligeras antes, resultan cadenas de acero ancladas al fondo de este océano de desesperanza y dolor.Lucho, lucho por salir de allí.
Quiero alcanzar ese punto distante de luz que sé que dejé arriba, y lucho, lucho por llegar, pero toneladas de plomo tengo por venas, y peleo, con determinación férrea pero resultando remedar a una vieja y pequeña muñeca de trapo, blanda, manejable, enredada en ese baile de aguas traicioneras.
¡Puedo!, sí... puedo... me digo a mi misma; y cansada, al borde de la extenuación, avivo esa llama de fuerza que anida latente en algún lugar de mi inquebrantable determinación, como poso de té o como eco de una dulce canción y veo de nuevo aquel faro a lo lejos ¡lo veo! sí, está ahí... su luz es tenue, pero está... sí. Ya la veo... Vuelvo a padecer un dolor como de fulminante descarga y me da pavor bajar la mirada por si pierdo esa guía fortuita, por si astuta ella decide fugarse lejos de este alma condenada que resulto ser.
Así es que pretendo ascender sin siquiera pestañear por miedo a quedar inerme y olvidada en aquel codiciado y autoinflingido pozo de aguas que es mi sinrazón, ese foso ansiado sin saberlo y letal como el mismísimo Hades. Intento llorar pero no ha lugar, pues aún consiguiendo perder el miedo a ese funesto parpadeo que me alejaría de aquella adorada guía, ¿de qué me serviría...? ¿quién, si no yo únicamente, percibiría una sola de mis lágrimas en aquel mar de iguales...? ¿quién, si no yo misma, alcanzaría a escuchar mis sollozos, mudos en medio de aquella furia de olas, profundidad y estruendos? Nadie... estoy sola. Sola, sola...
Desisto en mi pugna por abandonarme o no al llanto y entablo conmigo misma una contienda más perentoria, más imperiosa en este caso. ¿Qué decidir? ¿Continuar o no continuar en este mortal vacío? ¿Elegir el vacío que yace en mi alma, esa anhelada y añorada (aunque extraña) quietud... que me conduce irremediablemente a mi fin? ¿O gastar mi más postrero ápice de energía en volver a vivir, rebrotar, resurgir... allá en lo alto, en aquella lejana superficie donde la gente a veces puede ser feliz, donde sólo a veces suele sonreír...?
A veces, sólo a veces... pero es que "a veces" es tanto...
eres magnífica... no decaigas
ResponderEliminarJ
Loved it!!!
ResponderEliminarMe encanta
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